"Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran."
André Gide (1859-1951)

martes, 10 de abril de 2012

A una nariz.- Francisco Quevedo

Buenos días!!!

Volvemos a la normalidad en el blog, y como es martes, os traigo un nuevo poeta a mi cabecera. Esta vez he elegido una poesía de Quevedo que al igual que la primera que os traje ("Canción del pirata" de Jose de Espronceda) es una de las primeras poesías que me aprendí de pequeña.

A una nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba, 
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narigado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

FRANCISCO QUEVEDO


AUTOR



Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, hijo de Pedro Gómez de Quevedo y Villegas y de María Santibáñez, nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580 en el seno de una familia de la aristocracia cortesana. Escritor español, que cultivó con abundancia tanto la prosa como la poesía y que es una de las figuras más complejas e importantes del Siglo de Oro español.

En Madrid cursó sus primeros estudios en el Colegio Imperial de los jesuitas; —hoy Instituto de San Isidro— y después en la prestigiosa universidad de Alcalá de Henares; después cursó estudios de teología en la Universidad de Valladolid (1601-1606), ciudad que por aquellos años era la capital de España.

Hombre de acción envuelto en las intrigas más importantes de su tiempo, era docto en teología y conocedor de las lenguas hebrea, griega, latina y modernas. Destacaba por su gran cultura y por la acidez de sus críticas; acérrimo enemigo personal y literario del culterano Luis de Góngora, el otro gran poeta barroco español.

El año 1606 vuelve a su Madrid natal en busca de éxito y fortuna a través del duque de Osuna que se convierte en su protector; también entabla un pleito por la posesión del título nobiliario del señorío de La Torre de Juan Abad, —pequeña villa dependiente del municipio de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) al sur de La Mancha—. Se traslada a Italia en el año 1613, llamado por el duque de Osuna, entonces virrey de los reinos de Nápoles y Sicilia, el cual le encarga importantes y arriesgadas misiones diplomáticas con el fin de defender el virreinato que empezaba a tambalearse; entre éstas intrigó contra Venecia y tomó parte en una conjura. El duque de Osuna cayó en desgracia en 1620 y Quevedo fue arrastrado en la caída y desterrado a sus posesiones de La Torre de Juan Abad, después, sufrió presidio en el monasterio de Uclés (Cuenca) y arresto domiciliario en Madrid. Por defender con virulencia la propuesta que el Apóstol Santiago fuese elegido el patrón de España, en pugna con los carmelitas que proponían a Santa Teresa, se vuelve a ver Quevedo castigado al destierro de nuevo en La Torre de Juan Abad. Esta etapa azarosa y desgraciada marcó todavía más su carácter agriado y además entró en una crisis religiosa y espiritual, pero desarrolló una gran actividad literaria. Con el advenimiento del reinado de Felipe IV cambia algo su suerte; el rey le levanta el destierro pero el pesimismo ya se había apoderado de él.

Su matrimonio con la viuda Esperanza de Mendoza (1634) tampoco le proporcionó ninguna felicidad al gran misógino y se separó de ella a los pocos meses.

De nuevo se siente tentado por la política, pues ve el desmoronamiento que se está cerniendo sobre España y desconfía del conde-duque de Olivares, valido del rey, contra quien escribió algunas diatribas amargas. Más tarde, por un asunto oscuro que habla de una conspiración, es acusado de desafecto al gobierno, y es detenido en 1639 y encarcelado en el monasterio de San Marcos (León), —hoy convertido en parador turístico de lujo— prisión tan miserable y húmeda, que provoca grandemente la merma de su salud.

Cuando es liberado, en 1643, es un hombre acabado y se retira a sus posesiones de La Torre de Juan Abad para después instalarse en Villanueva de los Infantes donde el 8 de septiembre de 1645 murió.


Biografía obtenida de la página web www.los-poetas.com.

Ya os había dicho que me encantan los sonetos cuando hice la entrada de Lope de Vega, y este me parece muy divertido. Espero que disfrutéis con su lectura.

Besos!!!

11 comentarios:

  1. Es inevitable leer esta poesía y no volver a mi época estudiantil. Recuerdo hasta el profesor que nos la hizo leer y aprender. Ainsss!!! Aquellos maravillosos años. Un beso

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  2. Me encanta este poema. A mí también me trae recuerdos del colegio.
    Besos

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  3. Oii jaja que recuerdos! Yo creo que todos nos aprendimos ese de enanos! ^^ Un beso!!

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  4. A mi la verdad es que la poesía no me va pero este me lo aprendí en el cole!!!Y como veo...como la mayoría de nosotros jeje.
    Un saludo!

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  5. Siempre me ha gustado este soneto; está tan cargado de mala uva que es irresistible! Gracias por traérnoslo, 1beso!

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  6. Quién no conoce o ha recitado alguna vez este poema...
    Me encanta que retomes, y más así.
    Besos

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  7. Genial poesia, imprescindible en nuestra literatura.

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  8. ¡Pobre don Luis, lo que tuvo que aguantar! Qué ingenio. Gracias por retomar a los clásicos. Un beso.

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  9. ¡Qué de recuerdos me traes con tus poesías! Recuerdo que ésta me gustaba mucho y siempre llamaba mi atención. Bss.

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  10. Si es que leer este poema es recordar la época del cole. Que me gustaba y me sigue gustando este soneto!
    Besotes!!!

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  11. Muy divertido, sí. Un clásico!! Yo siempre he sido más de Quevedo que de Góngora...
    Besos,

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